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lunes, 28 de marzo de 2011

Sebastián Francisco de Miranda nació el 28 de marzo de 1750 en Caracas, Venezuela.

Comienza su carrera militar como Capitán del Regimiento de Infantería de la Princesa.

Fue actor activo y testigo presencial de las tres más grandes revoluciones que haya conocido el mundo: La Revolución Francesa, la Revolución de Independencia de Estados Unidos, y fue precursor y partícipe de la Independencia del Continente Americano, aunque aunque no pudiera recoger sus frutos. En 1.806 emprende la tarea de preparar la expedición para invadir a Venezuela y liberarla de sus opresores realistas.

El 10 de diciembre de 1818, llega a La Guaira donde es recibido por Simón Bolívar y por una población aclamante. Es nombrado Teniente General de los Ejércitos de Venezuela. Es promotor de la Sociedad Patriótica y en 1811 es parte del Congreso Constituyente.

Insta a la declaración inmediata de la independencia, que se proclama el 5 de diciembre de 1811 adoptando la misma bandera creada por él que flameó en el “Leander”.

Miranda es nombrado Generalisimo, Jefe de Tierra y Mar de la Confederación de Venezuela, con poderes dictatoriales plenos. Luego de perder algunos bastiones, debido a la indisciplina y decaimiento de las tropas, propone un armisticio a Monteverde y la capitulación de los republicanos. Monteverde no cumple y comienza a eliminar a los que no apoyaban su regimen. Miranda intenta organizar la reconquista pero es apresado por traicion, quien es lo entregado al gobierno español.

Los españoles lo llevan detenido a Puerto Cabello y luego a un inmundo calabozo ibérico. El 14 de julio de 1816, a los sesenta y seis años, muere luego de un ataque de apoplejía y enterrado en una fosa común. Sus restos fueron rescatados del piso del calabozo y luego de realizadas pruebas de ADN para su identificación, repatriados a Venezuela. Se rescata su diario como uno de los documentos históricos más importantes de la época, por la minuciosidad de sus anotaciones.

Su nombre está inscripto en el Arco del Triunfo, su retrato en el palacio de Versalles y su estatua en Valmy, frente a la del General Kellerman. Este hombre del que Napoleón dijo: “es un quijote que no esta loco; tiene fuego sagrado en el alma”.

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