En el 2006 tras dos años de juicio y después
que el gobierno norteamericano impidiera que fuera juzgado por un
tribunal internacional, el politico y militar sunita iraquí, Saddam
Husein, fue condenado a morir en la horca por el Alto Tribunal Penal
iraquí, que lo declaró culpable de crímenes contra la humanidad, más de
tres años después de ser depuesto por la ofensiva militar de Estados
Unidos.
Dos de los más estrechos colaboradores de Saddam
Hussein también fueron condenados a la pena capital, mientras el ex
vicepresidente iraquí, Taha Yassin Ramadan, fue sentenciado a cadena
perpetua.
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