Con apenas 8 años de
edad, en 1862 debuta la prodigiosa pianista Teresa Carreño en el Irving
Hall de Nueva York. El público que se congregó en el salón a pesar de la
lluvia pertinaz, no podía dar crédito a lo que estaba presenciando. Los
mismos críticos no salían de su asombro. Uno de ellos, “crítico
pesimista”, no se explicaba “cómo pueden alcanzar la octava esas manos,
es un misterio, y sin embargo, esos pasajes se oían claros y correctos,
no comprendo, ¡no puedo comprenderlo!”
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