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viernes, 27 de mayo de 2011


En 1878 nace en San Francisco, California, la bailarina Isadora Duncan.

Su innovadora técnica, caracterizada por movimientos libres, fluidos y cargados de pasión, pusieron fin a la rigidez del ballet clásico y ha sido la base para la danza contemporánea del siglo XX.

Su puesta en escena era también “revolucionaria”, y en cierto sentido minimalista: apenas algunos tejidos de color azul celeste en lugar de los aparatosos decorados de los montajes conocidos hasta entonces, y una túnica vaporosa que dejaba adivinar el cuerpo y entrever las piernas desnudas y los pies descalzos, frente a los vestidos de tutú, zapatillas de punta y medias rosadas de rigor en el ballet clásico. Isadora bailaba sin maquillaje y con el cabello suelto, mientras que lo “normal” en aquella época era maquillarse a conciencia y recogerse el pelo en un moño o coleta.

De formación autodidacta, Duncan fue la primera artista que apareció en escena descalza, sin escenografias fastuosas típicas de la época, y con movimientos libres, expresando con ellos sus emociones internas. La naturaleza y la cultura griega fueron sus grandes influencias, como también lo fue en un momento dado la revolución bolchevique.


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