En 1494, se firma en Tordesillas (actual
provincia de Valladolid, en España) un acuerdo entre Isabel y Fernando,
reyes de Castilla y Aragón y Juan IIª rey de Portugal, en virtud del
cual se establecían un reparto de las zonas de conquista y anexión del
nuevo mundo mediante una línea divisoria del Océano Atlántico y de los
territorios adyacentes.
En demanda y confirmación de la plena
soberanía castellana sobre los recién hallados territorios, Isabel y
Fernando, no por azar llamados Reyes
Católicos, de comun acuerdo con el no menos católico rey de Portugal,
decidieron recurrir al veredicto papal. La tradición teocrática de los
pontífices romanos imponía la aceptación de su arbitraje en el mundo
cristiano en estos asuntos territoriales.
Le correspondió pues
al valenciano Rodrigo Borgia, a la sazón titular de la sede de San Pedro
como Alejandro VI, proceder al reparto de las tierras y los océanos del
Nuevo Mundo entre las dos potencias que optaban a la colonización y
dominio de las tierras y mares por descubrir. En las cuatro bulas
Alejandrinas de mayo a septiembre de 1493, se fijó el meridiano
divisorio de las zonas de influencia española y portuguesa a 100 leguas
al oeste de las Azores y Cabo Verde, siendo la zona occidental la
correspondiente a Castilla y Aragón y la oriental a Portugal.
Las prerrogativas derivadas de dichas, muy favorables a los Reyes
Católicos, no satisficieron a Juan II de Portugal, quien, en la
práctica, quedaba excluido de las empresas americanas. Las
circunstancias internas y externas del momento político aconsejaron a
los Reyes Católicos pactar con el lusitano unas nuevas condiciones de
transigencia hacia él. El resultado de las negociaciones se concretó con
el Tratado de Tordesillas, firmado el 7 de junio de 1494 por los
delegados de ambas monarquías.
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