El 26 de agosto de 1814, los generales Simón
Bolívar (el Libertador) y Santiago Mariño, después de desesperadas
negociaciones, habían persuadido al traidor Guiseppe Bianchi a
conducirlos desde las costas de Barcelona (Anzoátegui) a Pampatar (Nueva Esparta).
El traidor se aprovechaba del estado de desconcierto y anarquía
producido por las derrotas de los patriotas y el incontenible avance de
los ejércitos de José Tomás Boves y Francisco Tomás Morales.
Bianchi, quien se había apoderado de los valores de la República y de
las joyas de las iglesias de Caracas, desconoció la autoridad de Bolívar
y conducía prisioneros a varios oficiales patriotas, entre ellos a
Mariano Montilla y a Manuel Valdés, pero aceptó transportar a Bolívar y
Mariño a fin de proteger a su flotilla de una acción de las autoridades
republicanas.Al entrar la flotilla a las aguas de Pampatar, los cañones
de la fortaleza, por órdenes de Manuel Piar, hicieron fuego contra la
embarcación donde estaba el Libertador, a pesar de lucir ésta las
insignias del Jefe Supremo de la República. La nave se puso fuera del
alcance de los cañones y sólo hubo tres marineros muertos por los
disparos.
Bolívar envió una comisión integrada por su edecán,
el teniente coronel Rafael Páez, y los licenciados Miguel José Sanz y
Gaspar Marcano a averiguar las razones del fuego de los cañones.
Sorpresivamente, Piar los recibió lleno de cólera y acusó a Bolívar y
Mariño de “desertores”. Declaró haber dado órdenes de negar autorización
a Bolívar y Mariño a desembarcar por estar “proscritos”. Por estas
mismas órdenes, no les serían concedidos agua ni víveres.
No quedó otro camino a Bolívar y Mariño sino abandonar las aguas de Margarita (Nueva Esparta) y tomar rumbo a Carúpano (Sucre).
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