En 1976 fallece el revolucionario y estadista,
Mao Zedong, sin lugar a dudas, la figura más importante en la historia
contemporánea de China.
Bajo su liderazgo el Partido Comunista llegó al poder en la China continental en 1949, año en que
se proclamó la República Popular China, tras la victoria en la Guerra
Civil contra las fuerzas de la República de China, regida por Chian
Kai-shek´.
A partir de entoces se convirtió en el líder máximo del país asiático hasta su muerte, ocurrida en Pekin, a los 83 años.
Hacer la revolución no es ofrecer un banquete, ni pintar un cuadro; no
puede ser tan elegante, tan pausada y fina. Una revolución es una
insurrección, un acto de violencia mediante el cual una clase derroca a
otra.
Hay que luchar y seguir luchando aunque solo sea previsible la derrota.
El peor enemigo de la revolución es el burgués que muchos revolucionarios llevan adentro.
La política es una guerra sin efusión de sangre; la guerra una política con efusión de sangre.
Un partido revolucionario es el guía de las masas, y no hay revolución
que no fracase cuando ese partido las conduce por un camino erróneo.
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