Tovar y Tovar
devino el máximo pintor de nuestra historia de la pintura plastica.
Cuando Guzmán Blanco comienza su gobierno
progresista aprovecha el talento de Tovar y le encarga una galería de
retratos de los principales próceres de la Independencia. Son 25
retratos de medio cuerpo que realiza el pintor en París. Tanto en estos
retratos como en los anteriores Tovar idealiza el personaje
simplificando detalles y estudiando la pose más expresiva de la figura.
El siguiente encargo de Guzmán Blanco fue el gran cuadro (6 x 4, 56 m.) de "La Firma del Acta de la Independencia". Tovar lo pinta también en París y los representa en la exposición organizada como parte de los festejos del Centenario del Nacimiento del Libertador (1883).
Es una pintura concebida para dar importancia especial a la esbelta figura de Francisco de Miranda.
La composición es grandiosa y, a la vez, solemne, aunque menos fiel a
la verdad histórica y a la fisonomía de los personajes si la comparamos
con al que había pintado Juan Lovera con anterioridad sobre el mismo
tema.
El éxito
de este lienzo le valió a Tovar otro gran importante encargo por parte
de Guzmán Blanco: los cuadros de las batallas que sellaron la
independencia de los países bolivarianos: "Carabobo, Boyacá, Junín y Ayacucho", para decorar el recién construido Palacio Legislativo de Caracas.
El cuadro más relevante es el de la Batalla de Carabobo cuya basta escena ocupa el plafón abovedado del Salón Elíptico.
En esta extensa pintura Tovar resuelve complicados problemas
de escorzo y perspectiva, imprime a la composición y a las figuras el
movimiento vertiginoso propio de la batalla; y, al mismo tiempo, destaca
las formas con precisión y nitidez de contornos.
Acerca de esa obra se expresó el famoso muralista mexicano David
Alfaro Siqueiros: "Tovar y Tovar en su mural de la bóveda del salón
elíptico muestra, sin duda alguna, al más grande muralista latinoamericano del siglo XIX y uno de los más brillantes del mundo.
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