Sólo es posible cuando
la crisis es de tal magnitud que se convierte en crisis orgánica, o
lo que es lo mismo, las clases dominantes ya no están en capacidad
de ejercer la hegemonía, los de abajo se dan cuenta de las debilidades
de sus tiranos y comienzan a “perderle el respeto”, los ricos ya
no están en capacidad de hacerse obedecer, como ocurrió en el “Caracazo”.
Gramsci la denomina “crisis de autoridad”, por ende es un fenómeno
atribuible sólo a quienes ejercen el dominio, la hegemonía.
La crisis de autoridad
necesita la conjugación de dos eventos: uno es el estallido de una
situación que genera un vendaval político, como el “Caracazo”
(27, 28 y días siguientes, en febrero de 1989), o la sublevación del
4 de febrero de 1.992, que permite pasar de la inactividad a la actividad;
y el otro evento es la derrota del bloque histórico en una situación
política determinada, como fueron las elecciones del 6 de diciembre
de 1.998.
En otras palabras, se pasa de un salto cualitativo a un salto
cuantitativo, de eventos o sacudones insurreccionales y de derrotas
políticas a una nueva etapa, que es el camino a la revolución. Se
pueden hacer consideraciones y especulaciones en torno a la teoría
gramsciana, pero creo que esta sería la interpretación adecuada para
la situación de Venezuela.
¿Todas las crisis
conducen a una revolución? Por supuesto que no, pero todas guardan
en su seno el germen que tarde o temprano destruirá el sistema. Las
clases dirigentes tienen amplia capacidad de maniobra y tienen la plena
conciencia de su papel histórico para usar los instrumentos que tienen
a la mano para conjurarlas. Por ejemplo, Carlos Andrés Pérez y su
equipo sortearon por un tiempo la crisis del “Caracazo”: usaron
todos los resortes del poder, recurrieron a sus intelectuales, a las
leyes, a la convicción, a la coacción y la coerción.
En fin, pudieron
por un tiempo recomponer a la sociedad civil. En el caso del “Caracazo”
no existía un liderazgo, de manera que ese gobierno y las clases dominantes
que lo apoyaban pudieron hacer cambiar algunas cosas, para que todo
siguiera igual.
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