En 1972 se celebró la primera conferencia internacional sobre el medio ambiente: la Conferencia de Estocolmo, cuyo objetivo fue sensibilizar a los líderes mundiales sobre la magnitud de los problemas ambientales y que se instituyeran las políticas necesarias para erradicarlos.
Las Naciones Unidas celebran el Día de la Tierra cada año en el equinoccio vernal (alrededor del 21 de marzo).
Desde la primera vez, la celebración del Día de la Tierra, se ha
utilizado para evaluar los problemas medioambientales del planeta, como
son (se mencionan en todos los escritos sobre el tema): la contaminación
del aire, agua y suelos; la destrucción de ecosistemas; los cientos de
miles de plantas y especies animales diezmadas, y el agotamiento de
recursos no renovables.
En este día se insiste en soluciones que
permitan eliminar los efectos negativos de las actividades humanas. Se
proponen soluciones tales como el reciclado de materiales
manufacturados, la preservación de recursos naturales como el petróleo y
la energía, la prohibición de utilizar productos químicos dañinos, el
fin de la destrucción de hábitats fundamentales como los bosques húmedos
y la protección de especies amenazadas.
Pero, generalmente se deja
fuera del debate el problema fundamental. El origen de toda esta
problemática está en el sistema político imperante en el planeta, el
capitalismo voraz. Este sistema, que sólo persigue producir grandes
ganancias para los dueños del poder, sin importarle para nada los
desastres que origina en el medio ambiente.
En la Cumbre de Cambio Climático realizada en Cancún, se
dejaron de lado, una vez más y por intereses de las potencias
capitalistas del mundo, las propuestas de la justicia climática,
relacionadas con el límite del aumento de temperatura a 1,5°C; la
responsabilidad de los países más industrializados en cambiar su modelo
de producción y consumo, basado en los combustibles fósiles, así como en
la forma en que se lleva a cabo la financiación de la lucha contra la
crisis climática; o sea, “… la reparación de la deuda ecológica del
“Norte” con el Sur Global”.
Es por ello que, los países progresistas que enfrentan el capitalismo,
han fijado sus posiciones en diversos momentos. Uno de ellos, en el
denominado Acuerdo de los Pueblos, que surgió como producto de una
conferencia mundial sobre el cambio climático, en Cochabamba, Bolivia,
en 2010, donde se destaca que: “Hoy, nuestra Madre Tierra está herida y
el futuro de la humanidad está en peligro.
De incrementarse el
calentamiento global en más de 2°C, a lo que nos conduciría el llamado
“Entendimiento de Copenhague”, existe el 50% de probabilidades de que
los daños provocados a nuestra Madre Tierra sean totalmente
irreversibles.
Entre un 20% y un 30% de las especies estaría en peligro
de desaparecer. Grandes extensiones de bosques serían afectadas, las
sequías e inundaciones afectarían diferentes regiones del planeta, se
extenderían los desiertos y se agravaría el derretimiento de los polos y
los glaciares en los Andes y los Himalayas.
Muchos Estados insulares
desaparecerían y el África sufriría un incremento de la temperatura de
más de 3°C. Así mismo, se reduciría la producción de alimentos en el
mundo con efectos catastróficos para la supervivencia de los habitantes
de vastas regiones del planeta, y se incrementaría de forma dramática el
número de hambrientos en el mundo, que ya sobrepasa la cifra de 1.020
millones de personas”.
Salvemos pues al Planeta, teniendo claro que no hace falta cambiar el
clima sino cambiar el sistema; el sistema capitalista quien es “el
culpable de todos los males que esta sufriendo mi pueblo”. Y que podamos
igualmente seguir cantando con aquel viejo poeta: “¡oh, tierra
majestuosa!, en tus abrazos tu corazón ardiente yo sentí. Y a través del
velo de tu fragancia el palpitar del Universo percibí “
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